Título otorgado el 27 de Enero de 1811 por Fernando VII a D. Sebastián Heras y Soto,
natural de Santander.
Este Palacio fue mandado construir hacia 1760 por el capitán
sevillano Adrián Ximénez de Alendral, maestro, patrón y veedor en el arte de platería
y de su segunda esposa María Antonia Azorín. La obra se atribuye al arquitecto
Lorenzo Rodríguez.
En 1769, se celebró en la capilla u oratorio de la mansión
la boda de la primogénita María Manuela Ximénez de Almendral y Azorín con el
Secretario del Secreto del Santo Oficio de la Inquisición, Adrián Ximénez de
Almendral mandó fabricar un pequeño palacio para que sirviera de habitación a
su hija.
En 1833, la casa fue rematada por el concurso de acreedores de las propiedades de los doctores José Manuel y Miguel María Abad Ximénez Azorín, nietos del difunto platero. Esta grandiosa construcción se dividió en dos, la casa principal de la calle de Manrique 4, que daba vuelta a la calle de la Canoa, la compró el minero de Guanajuato José Miguel Septién en 34 mil pesos, y la casa contigua a la principal, o pequeño palacio de la calle de Manrique 5, la adquirió el coronel Antonio Alonso Terán.
En 1852, la casa principal fue vendida por los hijos de
Septién a Tomás López Pimentel, casado con Mariana de Heras Soto y Rivaherrera,
de ahí que el nombre de la casa conocida como la de los Pimenteles cambió,
desde principios de este siglo, por el de casa de los condes de Heras Soto. Su
hija Concepción Pimentel de Mier y Celis heredó este palacio en 1906, su hija Mariana
Mier, casada con Eustaquio Escandón y Barrón, dispuso al morir que la mitad de
sus cuantiosos bienes se dedicaran a obras de beneficencia, fundándose la
Beneficencia Privada Mariana Mier.
Más tarde la casa fue rentada a los Ferrocarriles Nacionales
de México, y fue utilizada como bodega del Express. En 1940, el patronato de la
Beneficencia vendió el palacio a la Compañía Mexicana de Inversiones en 240 mil
pesos, y ésta a su vez lo vendió, en 1972, a las autoridades del Departamento
del Distrito Federal, emprendiendo unos años después su restauración y
adaptación para albergar las oficinas del Centro Histórico de la Ciudad de
México.
La casa número 5 de la calle de Manrique, hoy República de
Chile, fue habitada, entre 1865 y 1869, por el historiador y hombre de letras
Joaquín García Icazbalceta; posteriormente después de haber tenido diversos
usos, permaneció cerrada y abandonada hasta que en 1978 pasó a ser propiedad de
la Dirección de Bienes del departamento Central, que se ha encargado de su restauración.
Declarado monumento el 9 de febrero de 1931.
En esta construcción se puede apreciar una pequeña placa que
dice: "Aquí nació en 1780 el Conde Don Manuel de Heras y Soto, uno de los
que firmaron el acta de la Independencia Nacional".
El inmueble fue restaurado para albergar el Consejo del
Centro Histórico de la Ciudad de México y el partido arquitectónico original se
rescató casi en su totalidad y consta de dos niveles y en realidad son dos
edificios, el que corresponde al palacio principal y el otro de menores
dimensiones, ambos se encuentran integrados por una sola fachada. Las dos
edificaciones cuentan con patio principal, la fachada principal es una de las
más bellas muestras de un fino, bello y delicado trabajo del labrado de la
cantera, que se puede apreciar en los balcones, la fachada principal y el
ángulo de la esquina del palacio.
A partir del 2007 la casa del número 6 es sede del Instituto de Ciencia y Tecnología del Distrito Federal.
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