Sin excusas y sin pretextos, me reincorporo a la redacción de este blog. Espero que esta larga ausencia sea recompensada con el contenido de las siguientes entradas, dicho esto, doy paso a la tercera entrega de las cuatro tituladas Los Escudos Urbanos de las Patrias Novohispanas.
La etapa filipina (1556-1630)
A lo largo de su prolongado reinado (1556-1598) Felipe II otorgó a varias ciudades novohispanas título y blasón, actividad que continuó su sucesor Felipe III. Cuatro ciudades indígenas recibieron en este periodo tales privilegios: Xochimilco, Tepeaca, Tacuba y Tzintzuntzan.
Felipe II |
La primera fue el otro único poblado indígena del valle del Anáhuac que obtuvo título de ciudad y blasón fuera de los de la triple alianza. En el Nobiliario de conquistadores de Indias se recoge la cedula real que le da ese privilegio a Xochimilco fechada en Valladolid el 11 de abril de 1559 por Felipe II. En la descripción que se da ahí del escudo de armas, observamos el esquema de las ciudades hispánicas que adoptaron Tlaxcala y Huejotzingo: la imagen única de un cerro (el del pueblo de Santa Cruz Xochitepetl) con la cruz en la cima, flotando “sobre aguas de mar azules y blancas” y rodeado de flores rojas en campo de oro. Por orla llevaba cinco castillos dorados en campo colorado y seis letras formando la palabra España. Como divisa, una corona con la letra F recordaba al rey Felipe II que lo había concedido. Por las fechas en que recibía este blasón, Xochimilco estaba formado por tres cabeceras Tepetenchi, Tecpan y Olac; su sede de gobierno se encontraba en la primera, bajo un cabildo fundado alrededor de 1550 y controlado por la antigua nobleza. La petición de título y escudo estuvo muy posiblemente relacionada con una serie de leyes en 1558 que limitaban los servicios extraordinarios que solicitaban los caciques a los macehuales. Ese año también fue nombrado como juez Francisco Ximénez nativo de Tecamachalco para arreglar varios pleitos de tierras otorgadas a macehuales y disputadas por los caciques. El juez gobernador tuvo que hacerse cargo al mismo tiempo de algunos conflictos que tuvo la cabecera con varias estancias y barrios que pretendían independizarse. En ese ambiente de tensiones pudo muy bien darse la solicitud de un título de ciudad que daría a la antigua nobleza xochimilca prestigio y control en su región.
Armas de Xochimilco |
Antonio Peñafiel reprodujo en 1914 el acta de concesión del título de ciudad de Tepeaca, fechada el 27 de febrero de 1559, la cual, según él, se encontraba en el archivo de su cabildo. A pesar de que la antigua Segura de la Frontera había sido abandonada, como vimos, para fundar Oaxaca, su lugar lo ocupó el poblado indígena, creado por los franciscanos en 1543 con el traslado del antiguo centro situado en el cerro de Tlaytec. El nuevo pueblo se engrandeció alrededor de su convento de San Francisco, de su cabildo y de su corregimiento, convertido en alcaldía mayor en 1555. Por esas fechas debieron iniciarse los trámites para solicitar del rey la concesión de título y blasón. Éste consta de un águila con las alas abiertas sobre fondo encarnado y parada sobre un peñón. El carácter indígena de la concesión quedó remarcado por una filacteria que rodea el escudo con los símbolos de agua y tierra quemada (atl-tlachinolli) que representan la guerra. Aunque el escudo de Tepeaca posee elementos que podríamos definir como indígenas (cerro, guerra, águila) su composición es bastante sobria y se adecua más a los emblemas de ciudades organizados a la europea.
Armas de Tepeaca |
No pasa lo mismo con el escudo de Tacuba que presenta una gran complejidad. Enmarcadas dentro de un águila imperial que sostiene en sus garras tres flechas, un sol y los extremos de una guirnalda vegetal entrelazada, estas “armas” están divididas en nueve cuarteles. En los tres superiores un águila y un jaguar emiten de sus bocas los símbolos de la guerra cerca de un templo en llamas y flanquean un cerro con dos flores rojas (tlacotl, del que se forma el toponímico de Tlacopan) junto a un árbol y un león flamígero. Debajo de estos emblemas se desarrollan otros cuatro cuarteles: dos de ellos con un castillo coronado por tres torres (símbolos de los señoríos de la triple alianza pues sobre ellos se colocaron los xiuhhuitzolli o coronas señoriales); los otros dos cuarteles poseen sendas esferas del mundo rematadas en una cruz y colocadas sobre el mar. Una estrella matutina en uno de los cuadrantes anuncia la llegada de la nueva era cristiana, mientras que en el otro un tlatoani con las manos juntas recuerda la aceptación de la fe de Cristo por parte del señor de Tlacopan. En la base del escudo dos secciones representan un río de sangre y fuego y otro de sangre y agua, emblemas de guerra que solían ponerse en los chimalli antiguos.
Tacuba recibió el título de ciudad y su escudo en el mismo año de 1564 en que don Antonio Cortés Totoquihuaztli conseguía para su linaje un escudo similar concedido por Felipe II. María Castañeda y Miguel Luque, quienes han estudiado estos emblemas, señalan que desde 1552 este personaje había solicitado para sí y para su pueblo sendos escudos y en sus cartas describió sus elementos constitutivos. Al igual que en Tezcoco, la nobleza indígena asociaba el escudo de la ciudad al de su linaje, muy posiblemente a raíz de la impotencia de los gobernadores caciques que estaban siendo suplantados por cabildos indígenas perdiendo con ello sus privilegios y poder.
No cabe duda que una de las características de varios de los escudos indígenas hasta aquí reseñados (salvo Tlaxcala, Xochimilco, Tepeaca y Huejotzingo) es que tomaron el esquema de división en varios cuarteles propios de los blasones de la nobleza. Esto hace pensar en la posibilidad de que la corona dejara en libertad a esas ciudades indígenas para escoger su escudo, y Tacuba obtuvo el de la familia noble del gobernante en turno. María Castañeda y Miguel Luque señalan que los señores enviaron a España las propuestas de los escudos que querían, integrando en ellos elementos de la iconografía prehispánica (que difícilmente podrían haber sido obra de un pintor español) y que así como llegaron fueron integrados en las actas de concesión. En adelante los escudos indígenas (como el ya reseñado de Tezcoco que correspondería a esta etapa) tendrán este abigarrado simbolismo que no tenían los anteriores.
Este es el caso también del escudo de Tzintzuntzan, estudiado por Hans Roskamp, que al parecer fue elaborado, al igual que los de Tezcoco y Tacuba, con base en la tradición histórica que recordaba las glorias prehispánicas. Desde la década de 1540-1550 los nobles de ese poblado, al igual que los españoles de Granada, se habían opuesto al traslado de la capital michoacana a pátzcuaro e incluso se levantaron en armas, según el cronista Beaumont, para oponerse al proyecto de Quiroga. Esta oposición siguió viva años después ya que en 1567 elaboraron una probanza para mostrar la preeminencia de su ciudad sobre las otras de Michoacán. Según Roskamp, posiblemente también se relacionan con esta defensa el documento pictográfico conocido como Códice Tzintzuntzan y la misma Relación de Michoacán recogida por fray Jerónimo de alcalá. Este proceso de búsqueda de reconocimiento consiguió éxito en 1593. A lo largo de esos años la nobleza tzintzuneña argumentaba que su ciudad había conseguido una primera concesión del título en 1534, aunque de hecho éste había sido dado al cabildo español de Granada y no a la indígena Tzintzuntzan.
Armas de Tzintzuntzan |
El escudo de armas concedido en 1593 tenía muchos elementos que recordaban la historia prehispánica, por lo que es muy probable que haya sido inspirado por los propios solicitantes. En el centro del emblema está representado, bajo una cruz, un torreón cuyas tres almenas están coronadas por tres banderas rojas rodeadas por dos pequeñas aves en recuerdo del nombre del poblado (lugar de colibríes). de este recuadro central parte el escudo formado por cuatro cuarteles: uno con siete rocas que parecen formar una cueva de la que sale un camino (recuerdo de la tradición de Chicomoztoc); una pirámide humeante sobre una isla rodeada de un lago con dos peces; un coyote que toca con sus patas un árbol (que recuerda el animal emblemático del señor tanganxoan); y el último formado por cuatro pequeños recuadros con sandalias, un tocado, unos patos y un jaguar, todos elementos asociados con la nobleza antigua de Tzintzuntzan. El escudo se completaba con un triángulo con luna y estrellas en la base y estaba inserto en el pecho de un águila (animal emblemático de la dinastía rectora de los purépecha) cuya mirada se dirigía hacia arriba, a un sol, posible alusión a la monarquía hispánica. a ambos lados del escudo dos personajes o tenantes representaban a Harame y a Uacusti Catame, fundadores prehispánicos del señorío. Una orla con toponímicos y símbolos guerreros (escudos, arcos y flechas) encierra el emblema en un recuadro.
Los escudos de armas cumplieron una importante función para las noblezas indígenas que a menudo los reprodujeron en lienzos, códices y títulos primordiales. Sobre la utilización de estos símbolos, Roskamp señala respecto a los casos de Tzintzuntzan y de Tezcoco: sin embargo, aunque parecen referirse a la grandeza prehispánica, los escudos de armas fueron elaborados y usados en la época virreinal como documentos que indican y de cierta forma también legitiman el estatus importante de los cacicazgos indígenas bajo el gobierno español [y con ello sustentar] sus reclamaciones de privilegios y poder. Salvo los casos ya mencionados de Tacuba, Tepeaca, Xochimilco y Tzintzuntzan, el resto de las concesiones de esta etapa “filipina” fueron dadas a poblados de españoles con características comunes a todas ellas: por un lado, su situación periférica, y por el otro la condición económica o política privilegiada que poseían.
Una de estas concesiones arrastraba una conflictiva historia que venía desde la primera mitad del siglo XVI: la Ciudad de Valladolid de Michoacán. Desde que fue fundado por el virrey Mendoza, el poblado de Guayangareo tuvo que luchar por su preeminencia como capital contra la ciudad indígena de Pátzcuaro que se la disputaba apoyada, como vimos, por el obispo Quiroga. En 1549 los regidores de Guayangareo enviaron a un procurador a España con una serie de instrucciones en las que se pedían los tributos de algunos poblados, la concesión de un escudo de armas y el traslado de la catedral de Pátzcuaro a su territorio. Se daba por supuesto que el título de ciudad ya lo tenía, aunque Pátzcuaro seguía siendo de hecho y de derecho la ciudad de Michoacán, “residencia del alcalde mayor, asiento de la catedral, la concentración indígena más importante y el mercado de mayor movimiento”. además, desde 1560 funcionó de nuevo en Pátzcuaro un cabildo español. El tener dos ayuntamientos, uno español y el otro indígena, era algo que sólo tenía en ese momento la ciudad de México. Un cambio significativo en la contienda entre ambas urbes se dio a la muerte de Vasco de Quiroga en 1565. A partir de entonces el cabildo de españoles avecindados en Guayangareo, y los agustinos y franciscanos residentes en ella, movieron sus influencias para que la catedral de Pátzcuaro se mudara a su territorio para obtener los plenos derechos de ciudad. Los agustinos sobre todo tenían muchos intereses en la zona, más que en el área lagunera. pero el traslado no sucedió aún, a pesar de que en 1568 lo apoyaba el nuevo obispo Antonio Morales de Molina, pues consideraba que una ciudad de españoles en Pátzcuaro era muy perjudicial para los indios.
Esta ciudad recibiría un fuerte golpe cuando en 1576 el cabildo “español” se trasladaba a Guayangareo (que por estas fechas tomaba el nombre de Valladolid); con ello la “ciudad de Pátzcuaro” regida hasta entonces por dos ayuntamientos perdía uno de sus títulos honoríficos. Aunque al parecer no existió un nombramiento oficial que diera a Valladolid el título de ciudad y escudo de armas, ésta funcionó de hecho como tal desde esas fechas, sobre todo a partir del cambio de la sede episcopal en 1580 en tiempos del obispo agustino fray Juan de Medina Rincón. Se repitió entonces lo que unas décadas atrás había sucedido entre Tlaxcala y Puebla, la ciudad española arrebataba la sede diocesana a la antigua capital indígena. Para consolidar su posición, Valladolid escogió para elaborar su escudo de armas un elemento “indígena”, los tres reyes “tarascos”, tomados del estandarte de Granada (situada como se recordará en la capital purépecha Tzintzuntzan), los cuales fueron representados, sin embargo, no a la manera indígena sino con los atributos de los monarcas europeos con corona, cetro y capa de armiño. Esta elección fue muy significativa, pues con ella el ayuntamiento de Valladolid se apropiaba del valor simbólico que tenía la primera ciudad de españoles de la zona, cabecera además del cazonci prehispánico, legitimando con ello su primacía sobre la sede elegida por Quiroga. Junto con su escudo de armas, Valladolid también tuvo que inventarse a principios del siglo XVII una serie de cédulas fundacionales, sobre todo para justificar la propiedad de sus fundos legales.
Armas de Valladolid |
La segunda urbe que obtuvo título y blasón en la época filipina 42 fue Zacatecas. desde el 8 de octubre de 1585 este real de minas recibió del rey Felipe II el título de ciudad y en 1588 se le concedía escudo de armas. En éste, aparecían representados sobre una cartela con la frase latina Labor vincit omnia (“El trabajo todo lo consigue”), sus cuatro fundadores (Juan de Tolosa, Baltasar Temiño de Bañuelos, Cristóbal de Oñate y Diego de Ibarra) bajo el cerro de la Bufa, emporio de su riqueza. El cabildo zacatecano estaba formado por los descendientes de esos padres fundadores, pero lo más interesante es que en el centro del escudo y rodeada por el cerro brillaba una imagen de nuestra señora de los Zacatecas, la patrona del real de Minas y la que le diera su advocación.
Los avances de la colonización hacia el norte, que se habían dado a partir del descubrimiento de las minas de Zacatecas, fueron la causa de la creación del reino de Nueva Vizcaya, cuya explotación y regimiento fueron dados al empresario y conquistador vasco Francisco de Ibarra, pariente de uno de los fundadores de Zacatecas. La villa de Durango, su capital, había sido fundada en 1563, pero no obtuvo su título de ciudad sino hasta principios del siglo XVII, en una fecha incierta entre 1621 y 1631. Tampoco es muy claro cuál fue el escudo de armas que se le concedió. Gil González Dávila reproduce uno con el evangelista san Mateo y un ángel, que muy probablemente sea más bien el de la sede episcopal fundada en 1623. La confusión pudo darse por la coincidencia de fechas entre la concesión del título de ciudad y la fundación de la catedral. Las primeras noticias sobre el escudo de armas real proceden de finales del siglo XVII y señalan que este tenía “un árbol de su color y atravesados en su tronco dos lobos con sus presas en campo de azur y por timbre lleva una corona real, adornándolo dos palmas entrelazadas en la punta”. Estas armas eran copia de uno de los cuarteles del escudo de la provincia de Vizcaya en España, y parece natural que se diesen las mismas armas a la ciudad capital de la nueva provincia de igual nombre.
Armas de Zacatecas |
A principios del siglo xvii obtenía su título de ciudad y su escudo de armas la villa de Mérida de Yucatán. aunque su cabildo había hecho una solicitud para tal concesión desde 1543, apenas año y medio después de su fundación por Francisco de Montejo. A pesar de ser la sede de un episcopado desde 1561 y de una gobernación desde 1565, las esperanzas del cabildo de la capital yucateca no se cumplieron hasta el 30 de abril de 1605. El título se le concedió en virtud de un real privilegio otorgado por el rey Felipe III para honrar el nacimiento de su hijo primogénito el infante y futuro rey Felipe IV. El escudo de armas, sin embargo, no le fue otorgado sino algunos años después, el 18 de agosto de 1618, “en premio a su fidelidad y buenos servicios”. El blasón era muy sencillo y sólo tenía “un león rampante en campo verde y un castillo torreado en campo azul”.