lunes, mayo 19, 2014

Palacio de los Condes de Miravalle

TÍtulo concedido el 18 de Diciembre de 1690 por Carlos II a D. Alonso Dávalos y Bracamonte, Canciller de la Santa Cruzada en Nueva España y Caballero de la Orden de Santiago. Don Alfonso Davalos Bracamonte, primer conde de Miravalle, nació en Compostela el 22 de enero de 1645, fue hijo de Pedro Davalos Bracamonte y de María Ulibarri de la Cueva.

Es el edificio más antiguo de los llamados palacios condales en Ciudad de México y ubicado en la actual calle de Isabel la Católica No. 30, es uno de los que más transformaciones ha tenido desde el siglo XVII hasta la reciente restauración en el 2012; todavía se percibe su aspecto colonial en su fachada, digna representante del barroco sobrio, con la mezcla del tezontle en el paramento y los marcos de los vanos en cantería, y el interior del patio principal de filiación dórica, y se dice que para lograr que tuviera tal magnitud, fue necesario unir varias casas de mayor antigüedad


Lo construyó en el siglo XVII Leonor de Arias, viuda del capitán Pedro Ruiz de Haro quien hizo una inmensa fortuna con la extracción de plata en la mina del Espíritu Santo, situada en la Nueva Galicia, hoy Jalisco. En 1670 a don Alonso Dávalos Bracamonte de Ulibarri y de la Cueva, canciller mayor del Tribunal de la Santa Cruzada del Reino de la Nueva España, patrono de las misiones  en la Baja California le fueron otorgados los títulos de Conde y Vizconde de Miravalle, caballero de la orden de Santiago y limosnero del convento de La Merced, comenzando la construcción de su mansión y para lograr que tuviera tal magnitud fue necesario unir varias casas de anterior construcción.

Este antiguo palacio barroco perteneció a Don Alonso Dávalos Bracamontes de Ulibarri y de la Cueva, un canciller mayor del Tribunal de la Santa Cruzada del Reino de la Nueva España, a quien le fue otorgado el título de Conde y Vizconde de Miravalle en 1670. Era conocido también por haber sido patrono de misiones organizadas por franciscanos y jesuitas en el estado de Baja California. Llegó a reunir 275 mil pesos para dicha actividad, una cantidad considerable para la época.


Ha sido remodelada constantemente desde el siglo XVIII, por lo que desde el punto de vista de la arquitectura, es casi imperceptible identificar los rastros y detalles de la época en que se construyó. A pesar de ello todavía se percibe su aspecto colonial, ya que cuenta con muros y hermosos marcos de cantera.

Los balcones estaban protegidos con toldos rojos, destacando el central que une tres vanos por un único barandal corrido sobre el vano de acceso y las dos dependencias laterales que posiblemente fueron accesorias de las conocidas como “de taza y plato”.

La fachada remata con pináculos, versión barroca de la almena como recuerdo de las construcciones fortificadas de épocas anteriores; el gran vano de acceso es un sencillo marco de cantería adintelado con decoración a base del tema del tableteado y con el escudo de armas del marqués rasurado, flanqueado por sombras de pilastras dórico-toscanas pertenecientes a una época, cerca de unos 15 años, en que a las casonas del Centro Histórico de Ciudad de México se le restituyeron estos toldos que fueron propios de la evolución arquitectónica de estas construcciones y de los que como testimonios existen algunas ménsulas metálicas.


Fue sede de la primera asociación literaria del país, pues en 1846 alojó al Ateneo Mexicano, fundada por Ángel Calderón de la Barca, primer embajador español en México. A partir de 1850 y durante 80 años alojó al Hotel Bazar que, sin competir con el más famoso de la época, el Hotel Iturbide, era uno de los más importantes de la ciudad, siendo considerado uno de los mejores y más cosmopolitas.

En 1930 fue adquirido por Francisco Sergio Iturbe, quien transformó la totalidad del inmueble para convertir parte del hotel en su lugar de residencia y el resto en pequeños espacios comerciales, transformación por lo que se llamó al inmueble Edificio Jardín. Iturbe, amante del arte, era frecuentado por pintores y escultores del momento e incluso se convirtió en mecenas de algunos de ellos, solicitándole a Manuel Rodríguez Lozano que realizara un mural en el descanso de la escalera imperial, pintando en 1944, “El Holocausto”, de su etapa pictórica llamada “blanca” .

Este mural, de solo tres colores, blanco, azul y gris sobre fondo negro, de casi 9 x 7 metros, muestra al centro el cuerpo de un hombre tendido, quizá muerto, sobre lo que simula una lápida, acompañado por seis mujeres mirando hacia arriba en actitud suplicante y las otras tres, a la derecha, con el rostro cubierto por un rebozo, mural que representa desolación.


Francisco Iturbe también donó para uno de los jardines de Coyoacán la escultura llamada “Las Comadres”, tallada en piedra por otro de sus artistas protegidos, Mardonio Magaña, mas por el poco interés de las autoridades en su cuidado, decidió regresarla a su casa y colocándola en el descanso de la escalera.


En 1983 el inmueble sufrió múltiples transformaciones para convertirlo en restaurantes y comercios, el Bazar del Centro, desde 2007 caracterizado por contar con diversas joyerías. En agosto de 2007 el Museo de Arte Moderno en la Ciudad de México realizó la exposición “Francisco Iturbe, coleccionista”; mediante las fotografías que aparecen en la exposición, su orgullo era la propia casona donde habitaba, el mural antes descrito y algunas pinturas de caballete del mismo Rodríguez Lozano y de su discípulo Abraham Ángel, unos dibujos de José Clemente Orozco y una colección de esculturas de Francisco Iturbe nace en el seno de una familia aristocrática, con orígenes en la Nueva España desde el siglo XVII, en que se dedicaron al negocio aduanero y a adquirir haciendas, que después cambiaron por bienes raíces en la Ciudad de México, varios de ellos palaciegos.