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sábado, marzo 16, 2013

Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya

Ubicado sobre la avenida Pino Suárez número 30, a dos cuadras de la Plaza de la Constitución (Zócalo), fue la casa de varias familias amparadas en títulos nobiliarios que ejercieron una gran influencia en las decisiones de virreyes y obispos.


Los orígenes de esta casa se remontan al siglo XVI, cuando el conquistador Hernán Cortés repartió los solares más cercanos al Templo Mayor de los mexicas entre sus compañeros de armas y colaboradores más allegados. Tal fue el caso de Juan Gutiérrez Altamirano, exgobernador de Cuba y corregidor de Texcoco, quien recibió en dote uno de los solares mejor ubicados sobre la calzada de Iztapalapa, hoy Pino Suárez, entre otras prerrogativas. Asimismo, Juan Gutiérrez contrajo matrimonio con una prima de Cortés: doña Juana Altamirano Pizarro.

Muchos años después, don Fernando Altamirano y Velasco, descendiente directo de Juan Gutiérrez Altamirano, contrajo a su vez matrimonio con una nieta del virrey Luís de Velasco. Fernando Altamirano recibió la merced real de Felipe III en la que se le otorgó el título de Conde de Santiago de Calimaya en 1616.


Una época de auge económico y social vino para la familia Altamirano Velasco. Es posible que la edificación del palacio se haya iniciado en el siglo XVII como resultado de la alcurnia a la que entonces pertenecían.

En 1777 el palacio fue remodelado. Las obras estuvieron a cargo del arquitecto Francisco Antonio Guerrero y Torres. La fachada del palacio fue recubierta de tezontle y la portada y las ventanas con cantera a la usanza del siglo XVII.

Juan Javier Joaquín de Altamirano y Gorráez, 7° Conde de Santiago de Calimaya
En la esquina inferior derecha se incluyó una cabeza de serpiente, monolito ornamental de origen prehispánico. El remozamiento del palacio se hizo desde sus cimientos y es probable que en la excavación se haya encontrado esta figura escultórica de piedra con otros objetos. La casa se trazó en dos plantas, sin entresuelo y con dos patios como todas las casas señoriales. La capilla familiar era un símbolo de abolengo y de intensa actividad social.



Es de reconocerse el esfuerzo del arquitecto Guerrero y Torres para aprovechar partes de la antigua construcción. Los escudos de armas que coronan las arquerías del patio principal corresponden a la intención de resaltar la nobleza familiar; lo mismo ocurre con las gárgolas en forma de cañón que adornan todo el perímetro superior de la fachada.


Los leones que presiden el arranque de la escalera, así como los mascarones del portón principal tienen un aire orientalista, rasgo no muy común en la casa de los nobles. Incluso, se ha especulado sobre el posible origen de la madera y la mano de obra que elaboraron la puerta de acceso principal; se ha dicho que quizás fue traída de Filipinas por los condes. Sin embargo, la manufactura parece ser totalmente novohispana y la madera no es extraña a estas latitudes.

Otro elemento distintivo del palacio es la fuente en forma de concha ubicada en el patio mayor. El adorno principal es una nereida que toca la guitarra y mira hacia la capilla familiar. Posiblemente haga referencia a los viajes ultramarinos que realizaron los condes, como “adelantados” de las Islas Filipinas.


La capilla familiar varias veces recibió la visita de obispos y arzobispos que oficiaron algunos sacramentos que reforzaban la alcurnia de la familia: lazos matrimoniales, bautizos de los primogénitos del conde, rezos  y misas, entre otros.


Las accesorias de la casona eran quizás los lugares menos significativos para el abolengo nobiliario, pero los más representativos de la ciudad de su momento; en ellas se albergaron talleres de artes y de oficios, en donde también habitaban los artesanos y vendían sus productos.

A finales del siglo XIX, la casa de los condes de Santiago Calimaya quedó ubicada dentro del área comercial del centro y poco a poco se establecieron tiendas en los locales de la planta baja. Los herederos de este inmueble continuaron la costumbre de rentar los cuartos. Todas las habitaciones de la planta baja y las de la planta alta del segundo patio fueron ocupados por arrendatarios, reservando para la familia Cervantes, los últimos propietarios, las habitaciones de la planta alta que rodeaban el patio principal.


La importancia del antiguo palacio fue reconocida en 1931 cuando se declaró patrimonio nacional. Posteriormente, en 1960, el Departamento del Distrito Federal decretó que el inmueble se convirtiera en la sede del Museo de la Ciudad de México. Para adecuar el edificio a su nuevo uso, el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez llevó a cabo la remodelación en la que las antiguas habitaciones se transformaron en salas de exhibición.


El 31 de octubre de 1964, fue inaugurado y en sus salas se montó una exposición que mostraba didácticamente el concepto de urbe.

A partir de 2002, el Museo de la Ciudad de México emprendió un cambio sustancial en sus espacios: el arreglo de la fachada, la reapertura de la biblioteca Jaime Torres Bodet, la inauguración de la librería del Pórtico y la restauración del estudio de Joaquín Clausell.